La escuela los aborta y la delincuencia los adopta

El abordaje de los niños que padecen un trastorno del aprendizaje (TA), requiere de responsabilidad y de conocimientos que van más allá de consejos y reglamentos escolares. Se les denomina trastornos del aprendizaje porque son disfunciones que comprometen las características esenciales de los procesos cognitivos y del comportamiento de los estudiantes.

La escuela los aborta y la delincuencia los adopta
Se les denomina trastornos o alteraciones del aprendizaje porque son disfunciones que comprometen las características esenciales de los procesos cognitivos y del comportamiento de los estudiantes.
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Los trastornos del aprendizaje (TA), pueden presentarse como una combinación de diferentes alteraciones, incluso la presencia de uno puede favorecer el desarrollo de otros, especialmente si no son tratados a tiempo y con rigurosidad, a este fenómeno se le llama comorbilidad. Se ha encontrado que estos trastornos no tienen cura, pero sí pueden ser controlados por quienes los padecen alcanzando niveles significativos de autorregulación (CPIR, 2016). Se les denomina trastornos o alteraciones del aprendizaje porque son disfunciones que comprometen las características esenciales de los procesos cognitivos y del comportamiento de los estudiantes. La definición más utilizada de trastorno del aprendizaje, es la incapacidad persistente, inesperada y específica para adquirir de forma eficiente determinadas habilidades académicas como son la lectura, escritura, cálculo matemático, razonamiento, dibujo, entre otras; ya que perturban  e impiden el funcionamiento de las capacidades propias a las edades de los estudiantes (Diéguez y Álvarez, 2010); estas habilidades no están asociadas con el potencial intelectual de la persona sino con su capacidad de trabajo.

“Los trastornos del aprendizaje limitan la adquisición eficiente de determinadas habilidades académicas, como son la lectura, escritura, cálculo matemático, razonamiento, dibujo, entre otras.”

En un estudio realizado por The National Center for Learning Disabilities en 2017, identificaron que, dos tercios de los alumnos que fueron suspendidos o expulsados de la escuela entre 2015 y 2016 padecían algún tipo de trastorno del aprendizaje; y que la mitad de los alumnos en el mismo estudio que padecen un trastorno del aprendizaje, estuvieron relacionados con el sistema de justicia de ese país como jóvenes infractores. Por otro lado, el 33% de los maestros encuestados así como otros educadores consideran que lo que las personas llaman “un problema de aprendizaje o atención” en muchas ocasiones es simplemente pereza.

La escuela tiene el compromiso de divulgar que estamos frente a  una situación de salud pública,  dado que existen neuropatologías asociadas al aprendizaje, no intervenidas afectando la salud mental, el desempeño escolar y el comportamiento social de los niños hasta llevarlos a aceptarse ‘‘culpables’’, ‘‘incapaces’’ o “desertores”; hecho que complejiza y traslada la situación a un problema social; pues como jóvenes resentidos contra la sociedad que involuntariamente los predispuso al fracaso e incapacitados para actuar asertivamente, desertan de la escuela; aunado a esto, los espera la incertidumbre, la soledad y los semilleros de la delincuencia creados para ponerlos a producir hasta convertirlos en infractores sociales. De esta problemática nadie se responsabiliza, favoreciendo la improvisación, la intervención de profesionales y terapeutas algunas veces sobre calificados y con diagnósticos apresurados; tratamientos farmacológicos sin ningún control e intervenciones desarticuladas de los colegios lo cual no garantiza ningún éxito.

“Quienes presentan cuadros clínicos propios de los trastornos del aprendizaje, no siempre son capaces de manejar el autocontrol, seguir instrucciones, completar tareas, establecer relaciones sociales; muchos de ellos son estudiantes con baja autoestima y con tendencia al aislamiento.

Se estima que alrededor del 65% de los estudiantes que padecen TA, están ligados a dislexias y a déficit de atención y que el 20% de los niños que padecen discalculia, también padecen déficit de atención con respuestas cognitivas que no están acorde a su potencial intelectual, ni al apoyo escolar y familiar que reciben (Diéguez y Álvarez, 2010).

En el Acta para la Educación de Individuos con Discapacidades, (IDEA, por sus siglas en inglés) Individuals with Disabilities Education Act, se han establecido 13 categorías para referirse a los trastornos del aprendizaje, dentro de las cuales se encuentran  trastornos no incapacitantes y de manejo en el aula como son las Discapacidades Específicas del Aprendizaje (DEA), los  Trastornos del Aprendizaje No Verbal (TANV) y otros Impedimentos de salud:

1)     Discapacidades específicas del aprendizaje

Dentro de este grupo se encuentran la dislexia, incapacidad para aprender a leer y escribir; afecta entre el 10 y el 17%  de la población infantil, y se considera que el 80% de niños que padecen trastornos del aprendizaje padecen dislexia. La disgrafía, se considera una incapacidad para escribir correctamente relacionado con la motricidad fina y la coordinación de los músculos de la mano y el brazo; la discalculia o dificultad en el aprendizaje de las matemáticas para procesar el lenguaje matemático, ordenar, reconocer, recordar números y asociar los elementos de un problema con la solución.

2)     Trastornos del aprendizaje no verbal

En este grupo se clasifican los trastornos del procesamiento auditivo y discapacidades del lenguaje no verbal; considerados por (Johnson y Myklebust, 1967) como una ‘‘incapacidad  para comprender el significado del contexto social y de la comunicación no verbal como la gesticulación, expresiones faciales y caricias, a pesar de que un individuo tenga  habilidades verbales y una inteligencia dentro de la normalidad’’. Otros autores como (Narbona 2009) lo denomina como Trastorno del aprendizaje procedimental y afecta a 1 de cada 10 niños con TA, (Rourke,1995).

3)     Otros trastornos o impedimentos de salud

Dentro de este grupo se encuentra el Trastorno por Hiperactividad y Déficit de Atención (TDAH);  no  es considerado  una Discapacidad Específica del Aprendizaje, pero  es frecuentemente asociado con casi todos los demás trastornos del aprendizaje (Fundación CADAH, 2012).

El abordaje de los niños que padecen un trastorno del aprendizaje requiere de responsabilidad y conocimientos que van más allá de consejos y reglamentos que en ocasiones son imposibles de ser cumplidos por quienes presentan cuadros clínicos propios de estos trastornos, debido a que los incapacita para manejar su autocontrol, seguir instrucciones, completar tareas, establecer relaciones sociales; muchos de ellos son estudiantes con baja autoestima y con tendencia al aislamiento. Estos  estudiantes necesitan docentes que conciben el aprendizaje como un proceso multifactorial (Restrepo, 2014), cuya resultante dependa no sólo de la implementación de metodologías aplicadas a las epistemologías de las áreas académicas, sino de  la  estimulación de las estructuras cerebrales implicadas en el aprendizaje. Necesitan  docentes que puedan  reconocer que la producción del conocimiento es un resultado fisiológico del cerebro y que lograrlo, dependerá  del estado físico y orgánico en que  el cerebro se encuentre (Manes, 2016).

Las Discapacidades Específicas del Aprendizaje se pueden identificar cuando los estudiantes muestran  incapacidades reiterativas  al realizar tareas acordes a su edad,  en ese momento,  los docentes debemos implementar estrategias particulares que nos vayan indicando la naturaleza  del problema, y si este persiste, es  preciso remitir a una valoración por terapia ocupacional quien determinará involucrar a otros especialistas. Capacitarse profesionalmente para hacer frente a estas situaciones y apoyar a los estudiantes es prioritario.

 

Acerca del autor

Carmen Alicia Restrepo Rosado (caliciarestrepo@hotmail.com) es Licenciada en Ciencias de la Educación con especialidad en Biología y Química. También es especialista en Procesos Pedagógicos por la Universidad del Norte en Colombia.


Este artículo del Observatorio del Instituto para el Futuro de la Educación puede ser compartido bajo los términos de la licencia CC BY-NC-SA 4.0