Qué nos falta para innovar en México

México tiene la oportunidad de pasar de la economía de la manufactura a la del conocimiento, pero antes debe superar varios obstáculos que detienen su desarrollo.

Una lectura de 6 minutos



Foto: Flickr

Foto: Flickr

Por José Escamilla / Director de TecLabs

México tiene la oportunidad de pasar de la economía de la manufactura a la del conocimiento y llevarnos a un nuevo nivel de bienestar.

De acuerdo con el Fondo Monetario Internacional, la economía del país ocupa el lugar 15 de entre las más grandes del mundo y el 11 en términos de paridad de su poder adquisitivo. Desde la crisis de 1994, la economía ha mantenido un crecimiento constante, a pesar de la contracción sufrida por la recesión de 2008. Sin embargo, los rezagos y la desigualdad siguen siendo evidentes.

La clave de los países que han logrado reducir las brechas sociales y han llevado a sus ciudadanos a niveles desarrollados de bienestar es que son economías del conocimiento. Estos países generan valor y riqueza usando conocimiento para crear valor agregado -tangible o intangible- a través de actividades de investigación, innovación y desarrollo.

Aunque del 2012 al 2015 el Gasto en Investigación y Desarrollo Experimental (GIDE) pasó del 0.43% al 0.57% del Producto Interno Bruto (PIB) nacional, de acuerdo con el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt), diversos estudios señalan que para que este sector tenga un impacto significativo en la economía mexicana, la inversión debe ser de al menos 1%.

Sin embargo, además de la asignación de recursos económicos, las economías basadas en el conocimiento comparten el hecho de ser sociedades que producen innovación. La buena noticia para México es que la innovación es un proceso relativamente democrático. La mala noticia es que requiere que superemos al menos cinco grandes obstáculos:

Falta de líderes

Un primer obstáculo para innovar es la falta de líderes visionarios y comprometidos. En los últimos tiempos se habla mucho de una crisis de liderazgo. Los ejemplos abundan en todo el mundo. Se trata de una crisis global y México no está exento. Y sus efectos no se sienten solo en el sector público.

El sector privado y el sector académico también tienen sus ejemplos. Nunca como ahora habían hecho falta más y mejores líderes. Aquellos individuos con la capacidad de guiar a otros individuos, equipos u organizaciones hacia la creación de nuevos niveles de bienestar.

Los líderes que se atreven a explorar y abrir brecha son los que México necesita inspirar.

Fuga de talento

Un segundo obstáculo para innovar es la fuga de talento. De acuerdo con el documento “Fuga de cerebros”, elaborado por José de Jesús González Rodríguez, investigador del CESOP de la Cámara de Diputados, en Corea del Sur se invierte casi el 4% del PIB en la ciencia, y le siguen en orden decreciente Estados Unidos, Alemania y Francia.

En 1984, Corea del Sur y México compartían un nivel similar de PIB. En esos años, el país asiático entendió que su bienestar económico dependía en gran parte de su inversión científica. Gracias a esto, hoy su PIB es casi el triple que el nuestro.

Sus científicos trabajan dentro de su país, impulsando su desarrollo. En contraste, de acuerdo a datos de la OCDE, en México la inversión científica es de 0.6%, la cantidad más baja de entre sus miembros, y sus científicos viajan al extranjero para realizar su educación de posgrado.

El 85% de quienes realizan estancias postdoctorales en ciencias exactas, lo hace en otros países. Es necesario desarrollar el ecosistema propicio para atraer, retener y aprovechar al talento mexicano, así como establecer redes de colaboración con el mejor talento global, para superar este obstáculo crítico para innovar.

Mediocridad

Un tercer obstáculo es la cultura de la mediocridad que prevalece en el país. De acuerdo a un reporte de S&P Global Ratings, el reto es más político que económico.

“El deslucido desempeño económico del país refleja, en gran parte, el asunto no concluido de la transición del gobierno de un partido hacia un nuevo sistema político basado en un mayor pluralismo, división de poderes, transparencia y rendición de cuentas”.

Según Standard & Poor’s, “las debilidades institucionales y políticas del país han evitado que se aproveche por completo la estabilidad macroeconómica en años recientes, el Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y Canadá, y su creciente integración económica internacional”.

Necesitamos sembrar en las nuevas generaciones la ambición por cambiar las cosas desde la raíz. Convencerse de que es posible aspirar a ser una sociedad que cambie la queja por la propuesta, el cinismo por el compromiso y la apatía por la ambición.

Falta de colaboración

En relación con la cultura de la mediocridad, está un cuarto obstáculo: el de la falta de colaboración.

Desde los primeros años de la escuela, los mexicanos no somos entrenados para trabajar en equipo, y ahora que la economía del conocimiento obliga a la colaboración, las organizaciones sufren para echar de la oficina al individualismo.

El “cangrejismo”, o la tendencia que tienen los cangrejos dentro de una cubeta al tratar de salir de ella por sí mismos, obstaculizando al resto e impidiendo la salida de alguno, es un gran obstáculo para innovar.

Está plenamente documentado que la innovación rara vez surge de un solo individuo. Y los más grandes innovadores atestiguan que colaborar es un signo de madurez, indispensable para el proceso creativo.

En palabras de Steven Spielberg: “Cuando eres niño, (para hacer cine) no colaboras; eres tú y tu cámara, dando órdenes a tus amigos. Pero como adulto, se trata de apreciar los talentos de la gente de la que te rodeas y saber que no podrías haber hecho ninguna de tus películas por ti mismo”.

El desarrollo de una cultura de colaboración puede detonarse de muchas formas. Una de ellas es la formación de redes diversas e interdisciplinares en torno a la resolución de retos comunes. Cuando personas de distintos ámbitos se unen con el fin de resolver un mismo problema, se puede crear un ambiente de respeto y aprendizaje continuo que inevitablemente genera innovación.

Una clave para que esto funcione es el establecimiento de reglas simples que regulen a la red de colaboradores. Por ejemplo, algunas organizaciones han incorporado metodologías como design thinking, que regulan la interacción entre los miembros utilizando un mismo marco de referencia que promueve la colaboración y la creatividad.

Cuando esta práctica se extiende fuera de la organización, es cuando tiene más potencial innovador. La co-creación de productos y servicios junto a los clientes o la vinculación con el sector académico son dos ejemplos de lo anterior.

Falta de acceso a educación de calidad

Por último, existe un quinto obstáculo que nos impide innovar en el país: la falta de acceso a educación de calidad. De acuerdo con el reporte «Gasto público para una educación de calidad», del Centro de Investigación Económica Presupuestaria (CIEP), mientras que la educación básica está alcanzando una cobertura universal y progresiva, en la educación media superior y superior la cobertura es baja y no equitativa.

Los niveles de deserción en la secundaria, la preparatoria y la licenciatura son altos. De acuerdo con datos de la SEP, deserta el 20% de los estudiantes que ingresan a la secundaria, el 36% de los que ingresan a bachillerato y el 29% de los que ingresan a licenciatura. De cada 100 estudiantes que ingresan a la primaria, solo 22 egresan de licenciatura.

Este problema se intensifica en los sectores más vulnerables de la población. Datos de la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares (ENIGH) de 2014 revelan que en educación media superior el 39.2% de los jóvenes que pertenecen a la población más pobre no recibió educación, mientras que el 79.2% de los jóvenes de entre 18 y 22 años más pobres no participa en la educación superior.

Para los jóvenes que pertenecen a la población con mayores ingresos estos datos se reducen, pues solo el 6.6% y 31% no tuvo acceso al Sistema Educativo Nacional.

Para concluir, hay que resaltar que la innovación ha pasado de ser un objetivo deseable a ser un requisito indispensable para lograr bienestar en los países.

Aunque los obstáculos mencionados arriba no son los únicos que dificultan la producción de conocimiento y la creación de valor en una sociedad como la mexicana, podemos decir que son cinco de los más importantes.

Algunas acciones que hemos tomado desde el Tecnológico de Monterrey son:

  • A través de experiencias educativas, en el Tecnológico formamos a personas que se convierten en agentes de cambio; personas responsables de su propia vida, conscientes de que su actuar puede apoyar la transformación de los demás.
  • Desarrollamos investigación aplicada para impulsar la economía basada en el conocimiento y promovemos la generación de patentes, modelos y sistemas innovadores para beneficio de nuestra sociedad.
  •  El Tecnológico de Monterrey ha tomado la decisión de evolucionar hacia un nuevo modelo educativo que permita a sus alumnos convertirse en líderes preparados para enfrentar los retos y oportunidades del siglo XXI.

Este modelo, conocido como Tec21, basa su éxito en mejorar la competitividad al potenciar las habilidades y desarrollar las competencias requeridas en los diferentes campos profesionales.

En palabras de Salvador Alva, presidente del Tecnológico de Monterrey: “Estamos seguros de que ésta es la mejor apuesta para que México salga de la media tabla y logremos migrar a la economía del conocimiento, aprovechando la mente y el espíritu de su gente como el recurso más valioso del siglo XXI. Así podremos ser un país próspero, equitativo y justo, donde todas las personas tengan las mismas oportunidades, y que su talento, disciplina y perseverancia -y no su origen socioeconómico- sean los que determinen su vida.”

Este artículo fue publicado originalmente en Expansión.

Este artículo del Observatorio del Instituto para el Futuro de la Educación puede ser compartido bajo los términos de la licencia CC BY-NC-SA 4.0